Las mujeres hoy en día tenemos un gran mandato, una mochila muy pesada a cuestas. Tenemos que ser “independientes”, “autónomas”, “resolutivas”, “ejecutivas”. Nuestras madres abonaron bien el camino e incluso algunas hicieron el salto. Algunas desde la acción, pero casi todas desde la forma de pensar. Nos educaron para salir, luchar y conquistar el espacio público, dominado históricamente por los hombres, y nosotras lo hicimos muy bien y dimos el salto al afuera. Gracias a ello ahora gozamos de mucha más libertad.
Pero en esa salida caímos en dos grandes trampas:
Una de ellas fue la suma de roles, al de esposa y madre sumamos el de profesional y super mujer (guapa, en forma, sana, etc). No renunciamos a nada, nos lo quedamos todo, lo positivo y lo no tanto. Ahora somos mujeres sobre exigidas, debemos llegar a todo y a todos, cuidar, mandar, tener ambiciones y objetivos, ascender y construir en el camino una buena autoestima.
La otra trampa fue la de desconectarnos e incluso negar todo aquello que se relacionaba con lo femenino. Esto nos llevó a desconocer nuestra psique y nuestras emociones, a mantenernos en la mente y negar el cuerpo porque el ritmo del ámbito laboral, del afuera no acepta la fluctuación, no admite el cambio de ritmos, no tiene en cuenta nuestro reloj biológico y al fin y al cabo si debemos competir con los hombres o demostrar que “somos iguales” en capacidades, no podemos demostrar ningún signo de vulnerabilidad. Hemos comprado la idea de éxito social PATRIARCAL y en cambio no hemos construido un éxito a nuestra medida.
Estas grandes trampas en las que estamos envueltas, sólo nos están llevando ala insatisfacción y al agotamiento. Nos están impidiendo conocer una parte muy interesante de nosotras mismas y nos están negando la capacidad de mirarnos en nuestras verdaderas necesidades y deseos como mujeres.
Hemos dejado de disfrutar el viaje, una característica femenina y hemos comprado la idea de que es más importante llegar a la meta una expectativa masculina. Hemos sumado a la necesidad de aprobación, la necesidad de admiración y dejando de lado nuestra naturaleza cíclica, nuestro fluir natural.
La psicóloga Pilar Sordo en su investigación“Viva la diferencia” preguntó a más de 5.000 personas (hombres y mujeres de diferentes edades y estratos socioeconómicos) qué ideas asociaban a UTERO y ESPERMA.
Útero estaba relacionado con acoger, recibir, nido, lento, amor, suavidad, retener.
Y Esperma con velocidad, competir, desafío, sexo, batalla, soltar.
Esto nos da pistas sobre todo aquello femenino que nuestra sociedad ha desdeñado y sobre todos esos valores que, en cambio, se han visto ensalzados. Hemos dejado de lado la lentitud, el cuidado, el amor, que es aquello que nos permite disfrutar y mantenernos vivos como especie. Hemos abandonado el cuidado como valor social. Y está claro que mientras se desprecien los valores femeninos, nuestra sociedad está abocada al fracaso.
Aunque queramos negarlo con discursos más o menos elaborados, las mujeres tenemos un útero y GRACIAS A ELLO somos CÍCLICAS. Somos cambio constante, somos muchas mujeres contenidas en una sola mujer. Somos movimiento puro.
Y podemos hacer caso a ese movimiento y fluir con él o podemos negarlo y bloquearlo con las consecuencias que esto nos trae (enfermedad, ansiedad, crisis) porque el movimiento sigue su curso y negarlo implica represión y a la larga sufrimiento.
Nuestra ciclicidad implica que cada mes pasamos por una serie de etapas, de momentos, de maneras de ser y estar: fase folicular, fase ovulatoria, fase lútea, menstruación. En cada fase tenemos cambios físicos, hormonales, emocionales y temperamentales. Algunas de manera más marcada y otras de manera más sutil.
Y este ritmo coincide con el ritmo de la naturaleza, las estaciones, el día y la noche, las fases de la luna. Somos humanas y somos naturaleza.
Así pues, tenemos a nuestra disposición una puerta para salir de la trampa: la toma de consciencia de nuestra psique femenina, no con el fin de justificarnos, ni con la idea de victimizarnos, sino para conectarnos con el fluir natural y saber aprovechar la corriente de cambios y ponerla a nuestro favor.
Aprovechar ese movimiento es aprender a fluir, es tomar las riendas de nuestra vida, de nuestro cuerpo y emociones, no dejarlo en manos de otros (trabajo, familia, vida social).
Si conseguimos mirar esa parte de nosotras que nos determina, nuestro fluir natural entonces conseguiremos:
Responsabilizarnos de aquello que nos pasa y saber expresar asertivamente nuestras necesidades.
Salir del mecanismo de la externalización, de esa idea desastrosa de que mi vida está mal porque hay un otro (persona o situación) que hace algo que no me hace bien o deja de hacer algo por mi bienestar. Llamémoslo trabajo, pareja, etc. Por lo tanto salir de la queja.
Aprender a cuidar-nos, respetar-nos y valorar-nos, tal como estamos siendo, con nuestras luces y nuestras sombras, con nuestros momentos expansivos y nuestros momentos de retraimiento. Somos todas esas facetas y ninguna en particular.
Y sólo así nos convertiremos en mujeres que reconocen, valoran y realzan su feminidad y la ponen a su servicio, lo cual sin duda repercutirá en sus relaciones. Porque para sostener y cuidar hace falta que nos cuidemos y nos sostengamos.
Mi propuesta es que:
Nos conozcamos profundamente, que seamos conscientes de nuestros ciclos, de nuestros cambios corporales y emocionales y juguemos con ellos a nuestro favor. Esto lo podemos conseguir llevando una observación y registro. Para ello hay materiales, apps que nos facilitan la tarea.
Y una vez conozcamos los vaivenes de nuestros ciclos, aprendamos a adaptar nuestra vida cotidiana a ellos, aprovechando los momentos de más expansión (fase folicular, fase ovulatoria) para hacer actividades en el afuera, con otros, que necesiten mucha de nuestra energía y en cambio darnos la posibilidad de vivir en el adentro, reservándonos momentos de soledad y descanso en aquellos momentos del ciclo donde la energía es más introspectiva (fase lútea, menstruación).
Que sepamos darnos aquello que necesitamos cuando lo necesitamos. Construyendo escenarios para que el autocuidado esté presente en todos los ámbitos de nuestra vida.
Que logremos establecer prioridades aprendiendo a decir que NO, a tener claro el para qué de lo que hacemos y no ir en piloto automático.
Que expresemos nuestras necesidades y deseos genuina y asertivamente, siendo capaces de negociar espacios y tiempos con los demás: pareja, hijos, dejando de lado el sentimiento de que somos imprescindibles y de que sólo nosotras podemos y debemos hacerlo todo y a la perfección.
Que respetemos y honremos nuestro cuerpo, cuidando nuestra alimentación, sacando tiempo para el ejercicio y el descanso.
Déjame tus comentarios, me encantará conversar contigo.
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